martes, 14 de agosto de 2007

El futuro de la capa de ozono

El futuro de la capa de ozono

La historia del Protocolo de Montreal es extraordinaria y sin precedentes. Mientras que los científicos identificaron el problema de la destrucción del ozono y presentaron las pruebas científicas autoritarias, el PNUMA reunió a los encargados de elaborar la política y científicos de todas partes del mundo y pudo lograr el consenso en medio de muchas opciones de políticas divergentes. A los dos años de entrado en vigencia el Protocolo con medidas de control limitadas sobre las sustancias destructoras del ozono, las partes ajustaron y enmendaron el Protocolo en Londres para eliminar las sustancias más destructoras del ozono hacia el año 2000 e identificaron otras sustancias a controlar.
Las industrias se movilizaron con rapidez para encontrar sustitutos químicos y tecnologías de alternativa. Las presiones de los consumidores exigieron una reducción en el consumo de las sustancias destructoras del ozono por encima de los niveles estipulados por el Protocolo. Nuevas pruebas científicas de una destrucción del ozono sin precedentes unidas a la factibilidad tecnológica de una eliminación mucho más rápida motivaron a las partes a adelantar los cronogramas durante la Cuarta Reunión en 1992. La eliminación de la mayoría de las sustancias químicas ahora se realizará en 1996 y hasta los HCFC con bajo potencial de destrucción se eliminarán gradualmente. El consumo de bromuro de metilo se congeló en 1993.
Las naciones que ratificaron el Protocolo se han dado cuenta de las desventajas que deben superar los países en desarrollo para seguir el mismo ritmo que los países desarrollados y les han dado un plazo de diez años. El Fondo Multilateral, que fue establecido para sufragar los costos marginales de los países en desarrollo para eliminar las sustancias destructoras del ozono, ha demostrado gran previsión.
Ciento veinte naciones ya han firmado el Protocolo, 80 de las cuales son países en desarrollo. Muchos países en desarrollo tienen proyectado eliminar las sustancias controladas con más rapidez que lo estipulado por el Protocolo. Puesto que todos los productores de sustancias controladas y prácticamente todos los países consumidores importantes se han suscrito al tratado, el final de las sustancias químicas destructoras del ozono está cerca.
Y sin embargo, a pesar de la acción extraordinaria acordada por las naciones para abordar el problema de la destrucción del ozono, la capa de ozono tardará mucho tiempo en estabilizarse. Millones de toneladas de los CFC de larga vida ya producidos continuarán ascendiendo a la estratosfera, atacando la capa de ozono. Las observaciones científicas indican que las pérdidas de ozono en los años 80 fue mayor que en los años 70. Las pérdidas se han extendido a ambos hemisferios y ocurren durante todas las estaciones y no sólo en invierno como antes. Las observaciones hechas en 1992 indicaron que las pérdidas de ozono eran mucho más graves que las calculadas por los modelos.
La cantidad de compuestos químicos destructores del ozono en la atmósfera seguirá aumentando hasta el año 2000 y la carga de cloro atmosférico podría tardar hasta el año 2060 para alcanzar un volumen inferior a 2 partes por mil millones, para que se estabilice la capa de ozono por completo.
Ahora es evidente que las naciones deberían haber actuado con más prontitud para evitar parte de la demora, en el período comprendido entre 1974, fecha en que los científicos anunciaron su descubrimiento sobre las sustancias destructoras del ozono, y 1987 cuando se firmó el Protocolo de Montreal original. El millón de toneladas métricas de CFC producidas anualmente durante ese período aplazarán el restablecimiento completo de la capa de ozono y tendremos que pagar las consecuencias de estos años de demora.
Los próximos veinte años acarrean sus propios riesgos y sorpresas en potencia, especialmente en cuanto a las erupciones volcánicas que contribuyen a la destrucción del ozono por encima de los niveles calculados. Si bien el mundo puede expresar su satisfacción por el trabajo realizado, no puede relajar su vigilancia. Habrá que controlar la capa de ozono regularmente y realizar investigaciones para calcular los efectos ambientales de la destrucción del ozono. Habrá que desarrollar e introducir nuevas tecnología~ para sustituir a todas las sustancias destructoras del ozono.
El ímpetu creado por los países en desarrollo para sustituir a los CFC deberá mantenerse por medio de la transmisión oportuna de las tecnologías de alternativa y una puesta en aplicación enérgica del mecanismo financiero.
El uso de los CFC y HCFC deberá regularse y controlarse durante los próximos años de acuerdo con las disposiciones del Protocolo. Habrá que tomar medidas de control más estrictas para el bromuro de metilo y reducir su consumo tan pronto como sea posible. La~i conclusiones deducidas por las comisiones de cálculos científicos y técnicos periódicos con respecto a la capa de ozono han de ser acogidas con prudencia por las partes. En realidad, la capa de ozono tiene que hacerse volver a su nivel original con cuidado y diligencia para que el futuro de la vida en el planeta nunca vuelva a sufrir las mismas consecuencias.

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